Llegada al Hoyo 20 de La Monacilla golf

playa

Llegando ya a su destino, la furgoneta había reducido la velocidad mientras terminaba de sortear las rotondas de acceso a la urbanización de La Monacilla, Aleixa había podido observar las verdes praderas de los campos de golf, los pinares y las viviendas unifamiliares de distintos y caprichosos estilos arquitectónicos, enclavadas en parcelas ajardinadas y bien cuidadas.

Enfilada ya la avenida Picos de Europa donde se ubicaba el alojamiento reservado, El Hoyo 20 de La Monacilla Golf, Aleixa echó mano de su bolso de mano y se preparó para abandonar el vehículo. En menos de un minuto estacionaron en la puerta de un chalet de grandes dimensiones, blanco y de tejas negras, con hermosos árboles en su jardín, desde una araucaria hasta un olivo o un falso cerezo, con sus moradas hojas en bonito contraste con el resto de coloridos.

Tras despedir a Antonia, arrastró su maleta hasta la entrada, donde tecleando los códigos que le habían facilitado abrió la puerta y se introdujo en el jardín. Allí un letrero le indicaba la entrada a la vivienda, y aunque ya disponía también de los códigos para el acceso, se encontró esperándola a Lola, la anfitriona. Lola se acercó con una sonrisa amable y la saludó cordialmente, animándola a pasar.

Era una mujer de hermoso pelo rubio, cara agraciada y rebosante de simpatía. Se presentó y le ofreció una breve introducción sobre el alojamiento, mostrándole las instalaciones y explicándole cómo funcionaban los diferentes servicios, como el acceso a Internet, la calefacción o el aire acondicionado y el baño, entre otros.

Así mismo le brindó información adicional sobre la zona, recomendando lugares de interés, restaurantes, tiendas o actividades que podrían ser de interés para la huésped.

En todo momento Lola se mostró atenta y disponible, prestando atención a las necesidades de la huésped y asegurándose de que se sintiera bienvenida y cómoda.

Aleixa ya tenía la información de la habitación que le correspondía, identificada como “Punta Umbría room”, en referencia a la hermosa playa onubense. Para llegar a ella pasaron por la sala de recepción, espacio agradable de altos techos, decorado con cuadros en blanco y negro de la costa, una hermosa estantería con libros y una llamativa barra con bebidas.

Su habitación era espaciosa, al igual que el cuarto de baño. Amplios ventanales, armarios empotrados y zona de trabajo. Invitaba al descanso, pero tras las indicaciones y la marcha de Lola, lo que más necesitaba era darse una buena ducha.

Aleixa era una mujer hermosa, de apenas 33 años, con movimientos delicados, comenzó a desprenderse de su ropa, revelando una figura esbelta y armoniosa. Cada prenda que caía al suelo parecía resaltar su belleza natural y acentuar la elegancia de su postura. Su piel suave y tersa parecía invitadora bajo la luz tenue del baño, despertando un deseo de acariciarla.

Mientras el agua se calentaba, Aleixa se detuvo un momento para admirar su reflejo en el espejo. Sus labios rosados y su sonrisa encantadora realzaban su rostro angelical. Sus manos se deslizaron suavemente por su cuerpo, acariciando suavemente cada curva y centímetro de piel, como si estuviera acostumbrada a adorar su propia belleza.

Cuando entró en la ducha, el agua tibia acarició su cuerpo con delicadeza, envolviéndola en una sensación de bienestar y relajación. Cerró los ojos, dejando que las gotas cayeran sobre su rostro y se deslizaran por su cuello y hombros, llevándose consigo las preocupaciones del día y brindándole un momento de paz.

Cuando finalmente salió de la ducha, su piel relucía con un brillo natural y su cabello negro se deslizaba en suaves ondas alrededor de su rostro. Envuelta en una toalla, irradiaba una sensación de confianza y belleza interior que trascendía su apariencia física.

Aleixa se dirigió hacia el espejo una vez más y sonrió, sabiendo que el ritual de la ducha no solo le había dado una renovación física, sino también una conexión profunda consigo misma. Satisfecha, se prometió que iría con frecuencia a tomar el sol, a aprovechar esas muchas horas que ofrecía la llamada Costa de la Luz. Pero eso sería otro día, aún tenía mucho que hacer y pensar para organizarse.

Monacilla Golf Huelva